Con las medallas y colgantes Eduardo Chillida se introduce en ese grupo de grandes escultores que dejan huella en la orfebrería del siglo XX.
Nuestras medallas no podrían contar con mejor predecesor. Nada más y nada menos que Eduardo Chillida. Y sí, el fue el primero en realizar medallas y colgantes con la huella dactilar.
Esta es su obra más desconocida ya que nunca las comercializó. Estas piezas, todas piezas únicas, se las dedicó en exclusiva a sus seres más queridos, a su familia. A excepción de una pequeña serie de 11 medallas conmemorativas que realizó en 1985 para la ONCE.
Las medallas fueron sus piezas más íntimas. Las consideraba piezas tan especiales, que nunca lo dió a conocer.
Las medallas de Chillida fueron realizadas entre 1966 y 1988. Ayudado por el mismo taller de Joyería artesanal de Madrid y con la misma técnica dónde se fabrican a día de hoy nuestras piezas.
En sus colgantes y medallas se pueden distinguir dos grupos:
- Las medallas figurativas –la cruz, San Cristóbal y la maternidad–
- Los medallones de carácter abstracto
En las primeras, Chillida investiga las relaciones organizativas entre la línea y el plano, en las segundas las relaciones repetitivas entre discontinuidad, orden y ritmo, ya de planos, ya de textura.
En todas estas piezas se puede apreciar las características fundamentales de la escultura de Chillida. La simplicidad, el juego de los límites y su interrelación en conexión con la escala humana.
Basándose en la simplicidad, Chillida elimina los elementos sobrantes e innecesarios de la imagen. Estudiando los límites define el espacio. Para Chillida el límite:
“es el verdadero protagonista del espacio; como el presente, otro límite, es el verdadero protagonista del tiempo”.
Sus formatos son irregulares y están fundidas en plata y en oro aviejado –oro de 19 quilates, cuya aleación contenía más plata que cobre, de ahí su color, como en las piezas arqueológicas de oro mesopotámicas, etruscas o aztecas.
En su realización Chillida utilizó el viejo método de la cera perdida, ayudado por joyeros. Éstos evitaron la más mínima manipulación de las ceras talladas, grabadas o dobladas por Chillida, sin utilizar abrasivos, sin pulir las piezas. De este modo, sus ritmos, su textura y su caligrafía quedaban intactos y corpóreamente presentes.
No somos Chillida. Pero nos sentimos muy orgullosos de humildemente seguir sus pasos en el campo de las medallas y colgantes con la huella dactilar.
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